La construcción de las feminidades transgénero en la historia del cine moderno. Parte I

 

Escrito por Julieta Sofía Quirarte Bazán

Históricamente, la representación de mujeres transgénero y otras disidencias alineadas con lo femenino en el cine ha sido manejada irresponsablemente. Esto es un efecto del condicionamiento social que comprende a las disidencias de género como inherentemente fracturadas, cuya narrativa fue apoyada y cimentada por varios sistemas de opresión como lo es el patriarcado. 

La narrativa periodística creada en torno a la transición de la actriz estadounidense Christine Jorgensen desmitifica en 1952 el concepto de transicionar de un género a otro a una audiencia ampliamente masculina, blanca y hetero-cis. Esta pieza periodística tuvo un enfoque morboso en sus cirugías de afirmación de género y transformación física, la mirada masculina fue condicionada a buscar y mantener a las mujeres transexuales en un nuevo estándar de feminidad que se alineaba con los estándares de belleza occidentales, su cuerpo fue producido como definitivamente femenino en parte a través de su encarnación de las cualidades físicas de una forma idealizada de feminidad: su piel blanca, cabello rubio y su cuerpo esbelto. 

Jorgensen fue catapultada al estrellato, pero su desaparición fue igual de repentina y contundente. El público no estaba listo para aceptar y normalizar el aumento de las identidades transgénero como algo más que un tabú, morboso y depravado, pero los efectos negativos de esta objetivación persistieron durante décadas. 

En los 80, la epidemia de SIDA en los EE. UU. trajo consigo un nuevo estigma en contra las identidades queer que relacionaba a estas con la enfermedad y la decadencia. 

El discurso médico en todo el mundo sesgó negativamente la descripción y las explicaciones científicas de estas identidades, se cerraron centros de investigación y de salud para estas comunidades en riesgo y se creó una narrativa que describía a la identidad transgénero como una afección psicológica. 

De acuerdo con la narrativa errónea de la década, una incesante disforia de género empujaba a “hombres inocentes” con complejos freudianos a participar en “estilos de vida” homosexuales los cuales despertaban irracionales compulsiones que los llevaban a someterse a la castración para aliviar su sufrimiento. Como resultado de este contexto, las imágenes violentas que surgieron de esta nueva narrativa, también, fueron internalizadas por las audiencias que comenzaron a vincular imágenes viscerales y gore como la extirpación quirúrgica del falo con el asesinato y la violencia sexual. 

Películas como Dressed to Kill (1980) de Brian De Palma, Sleepaway Camp (1983) de Robert Hiltzik, e incluso Silence Of The Lambs (1991) de Jonathan Demme, hicieron que el público normalizara un nuevo papel para la mujer transgénero: la del psicológicamente incapacitado, sexualmente perverso, delincuente violento. Los efectos de esta visibilidad distorsionada persisten hasta la actualidad, lo cual debería preocuparnos porque las personas que han sufrido gracias a sus efectos negativos ahora quedan desoladas y sin esperanza en sus realidades mal representadas.

Bibliografía

Skidmore, E. (2011). Constructing the “Good Transsexual”: Christine Jorgensen, Whiteness, and Heteronormativity in the Mid-Twentieth-Century Press. Feminist Studies, 37(2), 270–300. http://www.jstor.org/stable/23069901

Gay & Lesbian Alliance Against Defamation. (2002) The Gay and Lesbian Alliance Against Defamation GLAAD. United States. [Web Archive] Retrieved from the Library of Congress, https://www.loc.gov/item/lcwaN0009215/


Foto 1: 

https://www.nydailynews.com/opinion/jonathan-zimmerman-caitlin-jenner-meet-christine-jorgensen-article-1.2253912

Foto 2:

https://www.smithsonianmag.com/smart-news/was-first-major-news-article-hivaids-180963913/

Foto 3:

Cortesía de Metro-Goldwyn-Mayer, 1980

 
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