La Naranja Mecánica

 

Por Alan Junkin

En la película La naranja mecánica del director Stanley Kubrick, (Reino Unido, EEUU, 1971), se presenta, desde la primera toma, una visión muy clara de un mundo de ansiedad y pesimismo representado por el monologo de un hombre ebrio que habla de la decadencia en la sociedad moderna. Vivimos en un mundo donde la ley y el orden aplican sólo para aquellos que tienen las influencias y el poder para gozar de esos privilegios, nadie se hace cargo de los abandonados por la sociedad, todo está mal por donde se le vea. 

Podemos ver la manera en que la violencia se hace presente cuando la mente no tiene algo más a lo cual recurrir, si la trinidad de la conciencia humana es el ello, el yo y el súper yo, en La naranja mecánica, Alexander, el protagonista y sus amigos están entregados al ello, es decir al principio del placer, nuestro lado animal, ese que podemos esconder hasta cuando el subconsciente nos lo permite.

Alexander y sus compinches son un grupo de jóvenes ansiosos y aburridos; violentos y ociosos que evitan pensar en su deprimente realidad en la búsqueda del placer inmediato, por medio del sadismo y la irresponsabilidad como única salvación de la cruel existencia y destino inevitable a la tristeza crónica y la falta de sentido. Los personajes recurren a la música como un medio de purificación y renovación para el alma; haciendo propias las palabras de Schopenhauer, quien consideraba que el arte musical es una forma de llegar a la catarsis.

Un apartado importante para considerar es que Alexander y su banda, son seres que hacen un uso desmedido de su libre albedrío efectuando acciones impositivas contra sus semejantes, lo que representa una dualidad paradójica respecto a la teoría de Schopenhauer, quien afirmaba que “el hombre es el único animal que causa dolor a otros sin más objeto que querer hacerlo”, además de que viven engañados luchando contra una fuerza y un propósito que los rebasa de sobremanera, las acciones que ejecuta sólo son un reflejo de la falta de control que tienen sobre su destino y sobre la voluntad, que los domina desde más allá de su mente consciente y les traza un camino prácticamente predeterminado con relación al tiempo cíclico, no somos más fuertes que la voluntad, no podemos engañarla ni truquearla.

La reinserción de Alex a la sociedad, después de haberlo curado de su maldad, a través del método experimental “Ludovico”, es entre muchas otras cosas, una alegoría a la búsqueda incesante de un propósito por parte de un sujeto, es una necesidad humana tan grande como la de crear y creer en la existencia de un Dios que le ayude a no perderse en la soledad y en el vórtice infinitesimal de sus propios pensamientos y preocupaciones.

La falta de identidad de los personajes principales de La naranja mecánica los sitúa en un dilema conflictivo existencial cuando se dan cuenta de que el grupo se ha desintegrado porque no funcionan como individuos independientes, y de cierta forma se ven obligados a independizarse y a traicionar a Alex, su líder; y en la búsqueda de un propósito personal descubren que, ¡oh, sorpresa!, también está sujeto a la voluntad impuesta por los deseos, frustraciones y ansiedades de los otros.

Siguiendo la línea teológica de la filosofía de Schopenhauer, también podemos ver la presencia religiosa, que para muchas personas es imprescindible al proporcionarles consuelo frente a la incertidumbre, además de dar respuestas a preguntas vitales que ayudan a liberar culpas y misterios pendientes. Delegar la responsabilidad a una deidad superior y omnipotente ayuda a conservar la serenidad y evita que se caiga en la locura del sufrimiento sin sentido.

Para cerrar, en esta película es posible ver la influencia del pensamiento filosófico de  Arthur Schopenhauer de una manera muy interesante, al identificar diferentes secuencias de acontecimientos lógicos y relacionables con el devenir de la historia contemporánea, además de que nos muestra de una forma cruda y muy nueva que “el hombre es en el fondo un animal terrible y cruel. Lo conocemos como ha sido domesticado y educado por lo que conocemos como civilización”.

 
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